En cuanto escuché el estruendo me giré tan rápido como me fue posible. Aparté la sartén del fuego y corrí hacia la ventana del salón. Las cortinas estaban echadas y ya a distancia a través de su vaga transparencia me pareció ver un pedazo del infierno. Cuando por fin abrí la ventana vi un camión echando humo por el radiador y una motocicleta destrozada a unos diez metros del coloso metálico. El silencio era estremecedor; el conductor del camión aún en la cabina tenía la mirada perdida en algún horizonte lejano. De repente unos gritos brutalmente desgarradores surgieron de algún lugar tras el camión. El vecino de la casa contigua bajó a toda velocidad las escaleras de su porche pidiendo por teléfono una ambulancia. El horror de lo que estaba viendo me dejó paralizado; con un rictus monstruoso que desfiguraba mi cara hasta lo imposible. De entre el humo que despedía el camión apareció un hombre ensangrentado llevando en brazos lo que parecía el cadáver de una niña de dos o tres años. Aquel hombre gritaba con tanta fuerza y transmitía tanto dolor que tuve que cerrar la ventana, correr las cortinas y sentarme a llorar como un niño en el suelo de mi casa.
4 Responses to "El dolor de los demás"
Es cherto?
Me refiero a que si estabas cocinando de verdad
Como me alegra verte por el blog Alvatros que nunca comentas ni posteas hijo puta. No debemos de confundir al autor con su obra. Pero si que es cierto que de vez en cuando cocino
Me gusta tu relato, Juan. Eres un artista!!
Pero debo aclarar a los lectores, sintiendo destaparte, que es falso, tú nunca cocinas, ya que ese verbo no se aplica a calentar comida precocinada o kebabs en el microondas.
sorry for being out. Espero aparecer ahora más por aquí. Ahora que estoy en casa sin hacer nada.
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