SIEMPRE

Cada vez que trato de avanzar, sin apenas darme cuenta el camino hacia delante me lleva hacia atrás. Siempre acabo frente a un recuerdo. Es un colosal monolito de piedra negra con un par de inscripciones. Cuando las lees ya sabes lo que ponían hace años, sabes lo que ponen ahora e incluso intuyes lo que pondrán al final de mi tiempo. Sé que debe de existir alguna manera de o bien destruir el monolito o bien hacer que cambien las inscripciones, pero ello debe depender de alguna voluntad inconsciente. Al ser el recuerdo mío supongo que yo mismo puse ahí esas palabras aunque no tengo constancia de haberlo hecho. Recorriendo el camino he visto mucha gente abrazada a estos monolitos, algunos ya muertos. De entre los muertos algunos no eran más que esqueletos descarnados y otros aún emanaban calor de sus cuerpos. De entre los vivos la mayoría recorre con sus dedos las palabras escritas una y otra vez en una especie de martirio voluntario que les hace revivir en un bucle espantoso ese recuerdo.
Como soy incapaz de avanzar; últimamente me he dedicado a leer los monolitos de la gente en este bosque pétreo que se forma en el onírico páramo donde me encuentro. La clave es la palabra “siempre” que se halla impregnada en cada recuerdo que creó un monolito. Esta palabra se forja en el fuego de un sentimiento absolutamente arrebatador y una vez dicha y a la vez sentida no hay forma de escapar de ella. Tan poderosa es la palabra que ninguna persona de las que me rodean se ha percatado de mi existencia o de la de los demás que habitan este espacio oscuro. Yo camino entre ellos y soy consciente de mi entorno. ¿Por qué?

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