Cosas que pasan.

Con un ramo de flores en la mano, una sincera sonrisa, un esmerado aseo y unas gotas de perfume que usaba por primera vez en su vida, Esteban Castro de 41 años, enfrentaba la calle Alberto Aguilera con el corazón a punto de la implosión. Llevaba una americana azul próxima a pasar de moda prestada por Toñin y una camisa blanca que le había planchado su madre y que era la que usaba cuando buscaba trabajo. Unos vaqueros azules y unos zapatos estilo inglés que compró hace cinco años para la boda de su mejor amigo completaban su vestuario. Suerte tuvo de encontrarse con su prima en Ascao antes de entrar al metro y de que esta le dijese que se cambiase los calcetines blancos que llevaba, por otros negros. ¿Por qué llevaba flores Esteban, por que se había perfumado y por que se había preocupado en su vestir?
Lo hacía por Tatiana Martínez de Luján de 34 años, medico, rica e increíblemente hermosa. Esteban la conoció la semana pasada en la sierra madrileña. Ella se tropezó cerca de la Pedriza y se hizo un esguince. El hombre que la acompañaba no tuvo la fuerza suficiente para cargar con ella hasta el coche y Esteban se ofreció para hacerlo. Lo hizo por que además ser un hombre fuerte, también era un hombre bueno. Aunque Tatiana hubiese sido fea, él la hubiera cogido en brazos y la hubiera llevado hasta el coche aunque este estuviese a mil kilómetros. Pero Tatiana no era fea y Esteban no era ciego. Cuando la cogió en brazos la miró a los ojos y notó un dolor en el pecho, un latigazo eléctrico y perturbador. También notó como la melena negra y larga de Tatiana se desparramaba por su brazo en suavísimas caricias y se vio presa del dulce olor que emanaba del menudo y adorable cuerpo que portaba.
Cuando la dejó en el coche ella le dio su número de teléfono. Esteban la llamó y al día siguiente fue al hospital a visitarla. Hablaron y se miraron mucho. A Esteban le gustaba su belleza, su forma de hablar con esa dicción tan perfecta, las cosas de las que hablaba, el marrón de sus ojos. A Tatiana le gustaba lo masculino que era Esteban, su fuerza, su seguridad, su bondad. Era fácil ver que Esteban era un hombre bueno y sincero, sin lados oscuros en su personalidad. Tal vez Tatiana vio en aquel hombre un padre y un compañero perfecto. El caso es que quedaron para cenar. Tatiana quería invitarlo para agradecer su acción y por eso Esteban caminaba por Alberto Aguilera dirección a Princesa con un ramo de flores en la mano.
Estaba muy nervioso, no cabía en si de orgullo, una mujer como Tatiana se había fijado en un tipo que trabajaba descargando camiones. Iba con su ramo de rosas rojas demasiado ensimismado, demasiado preocupado por la impresión que le daría a Tatiana. A Esteban lo atropelló un cuatro por cuatro enorme a escasos metros del Corte Inglés. Murió en el acto. Tatiana lo vio todo. Uno podría pensar que es injusto y buscar alguna explicación para una tragedia tan espantosa. Pero no es injusto, tampoco justo y ninguna fuerza invisible intervino para que esto sucediera. Todo sigue, los relojes no se paran, el viento no desaparece, ni las noches ni los días. Las cosas pasan sin un plan preestablecido, simplemente pasan.

1 Response to "Cosas que pasan."

Fetano dijo... 11:00 a. m.

Las cosas simplemente pasan...

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