La Confesión de Guillermo

-Me rozó la mano. No sé si conscientemente pero me rozó la mano mientras bailaba. Me la rozó varias veces y yo me debatía entre dejar la mía quieta o acariciar su mano con mi meñique. Finalmente no hice nada. Pudiera parecer que me estoy obsesionando con un roce fortuito; pero amigo mío la obsesión no es uno de mis defectos. Simplemente disfruté de ese roce, lo hice mío, lo imaginé para mi y nada más.
Lo bueno o lo extraño de todo esto es que por una vez en mi vida las fantasías de profundísimas mamadas, gemelas promiscuas o enfermeras ninfomanas se vieron desplazadas por la cursi e incluso opusina fantasía de coger de la mano a una joven. De sentir que su mano se cerraba sobre mis dedos. Creo que la quiero Rodrigo.-
-¿Por qué me cuentas todo esto precisamente ahora?-
-Por que quiero que sepas que dentro de mi existe el amor y la necesidad de el. Que en el fondo soy como tú y que cuando te pegue el tiro que va a acabar con tu vida voy a sufrir Rodrigo.
-No lo hagas Guillermo, desátame y acabemos con esto-

Se escuchó un disparo en la nave abandonada de Alcorcón y se vio salir a un tipo cabizbajo. Dicen que en su mente estaba el rostro de una joven morena y en sus manos; sangre mucha sangre.

2 Responses to "La Confesión de Guillermo"

Manuel dijo... 7:36 p. m.

Lo mató porque ya sabía demasiado...

Mar dijo... 10:30 p. m.

Realmente intenso el momento, la descripción de ese roce, del tacto de piel contra piel. Tan intenso como el final de la historia.
Genial Juan, como siempre.

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