-Me rozó la mano. No sé si conscientemente pero me rozó la mano mientras bailaba. Me la rozó varias veces y yo me debatía entre dejar la mía quieta o acariciar su mano con mi meñique. Finalmente no hice nada. Pudiera parecer que me estoy obsesionando con un roce fortuito; pero amigo mío la obsesión no es uno de mis defectos. Simplemente disfruté de ese roce, lo hice mío, lo imaginé para mi y nada más.
Lo bueno o lo extraño de todo esto es que por una vez en mi vida las fantasías de profundísimas mamadas, gemelas promiscuas o enfermeras ninfomanas se vieron desplazadas por la cursi e incluso opusina fantasía de coger de la mano a una joven. De sentir que su mano se cerraba sobre mis dedos. Creo que la quiero Rodrigo.-
-¿Por qué me cuentas todo esto precisamente ahora?-
-Por que quiero que sepas que dentro de mi existe el amor y la necesidad de el. Que en el fondo soy como tú y que cuando te pegue el tiro que va a acabar con tu vida voy a sufrir Rodrigo.
-No lo hagas Guillermo, desátame y acabemos con esto-
Se escuchó un disparo en la nave abandonada de Alcorcón y se vio salir a un tipo cabizbajo. Dicen que en su mente estaba el rostro de una joven morena y en sus manos; sangre mucha sangre.
La Confesión de Guillermo
Escrito por Juan | Categoría: Mini relatos
Comentarios (2) | 11:26 a. m. |
2 Responses to "La Confesión de Guillermo"
Lo mató porque ya sabía demasiado...
Realmente intenso el momento, la descripción de ese roce, del tacto de piel contra piel. Tan intenso como el final de la historia.
Genial Juan, como siempre.
Publicar un comentario